viernes, 30 de mayo de 2008

Con miedo en los ojos

Despertó pensando que tenía que contarlo todo, no dejar escapar ningún detalle, todas y cada una de las sombras que había visto, sus movimientos suaves, prácticamente sensuales, el reflejo en sus ropas, en las pálidas mejillas, las manos largas y blancas...

No había podido escapar a la pesadilla, en silencio tuvo que observar desde su rincón el ataque (¿o debería decir la seducción?) que elevaba una vez más el instinto animal sobre una supuesta madurez emocional... humana. Como en un trance profundo siguió los movimientos rápidos y puntuales de las pupilas, la tensión en cada músculo (de víctima y victimario, si el arcaico término de categorización aplica en este caso), el grito callado en una boca abierta, en todas; los reflejos, los avances y retrocesos, cada paso, cada inflexión...

Se sorprendió al sentirse al borde del llanto, con los sentidos desesperadamente desgarrando cada poro del cuerpo, para salir y compartir el festín que los ojos cada vez más abiertos disfrutaban, tenía miedo, mucho miedo... sintió la invitación silenciosa que una mueca le hizo pero no pudo pararse, los largos músculos estaban entumidos.

Despertó pensando que tenía que contarlo todo, pero no sabía en realidad que era lo que tenía que contar.
Decidió entonces dar la vuelta sobre su cama y dejar de pensar en algo generado en un estado alfa y en ese momento el grito en su boca se congeló ante
las sombras con movimientos suaves, prácticamente sensuales, con pálidas mejillas, manos largas y blancas...

¡Carajo! debí contarlo todo

Fue el último pensamiento claro.

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