Me despertó el suave aleteo de una mariposa azul,
acarició mi cara, mi cuello, se enredó entre mis sábanas.
En la noche de la ciudad me invitó a llevarla al mar,
enseñarle las estrellas y contarle historias,
pero no podía volar, o más bien tenía miedo.
Entonces se me ocurrió hacer algo.
Le mostré nuevas estrellas con viejas historias,
mares inmensos, tranquilos o tempestuosos, playas blancas,
islas con palmeras o manglares, desiertas casi todas.
La invité a volar desde mis manos como plataformas,
le platiqué de los alisios y contralisios, de las corrientes,
de su fuerza y su efecto bajo sus alas.
La mariposa azul me miró y emprendimos el vuelo
descubrimos juntos otros mares y otras estrellas
nos contamos viejas historias con nuevos personajes; y así,
la mariposa azul se quedó dormida junto a mi almohada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario