martes, 17 de noviembre de 2009

Un dibujo a carboncillo

La garganta seca, completamente seca le hizo sentir una desesperación en el preciso momento de despertar. La opresión del pecho no era el cuerpo que había soñado, no era siquiera el gato que en su infancia durmió tantas noches ahí, en su pecho. Era algo más fuerte, algo interno que no le dejaba respirar con normalidad.

La mañana tenía ese color particular que no permite definir una hora, todo era confuso. La puerta de su recámara estaba abierta, a lo lejos se veían los restos de la noche anterior... vasos, una taza de café que seguramente mataba de amargo, hojas desordenadas, la pluma (¿por qué quiso ponerse a escribir a mano, tras tantos años de no hacerlo?), el tintero, libros abiertos aparentemente al azar.

En la tornamesa un disco giraba y giraba y giraba en un loop infinito, el brazo de la aguja descansaba en su pedestal. No había ruido alguno. La luz en el exterior del pequeño departamento seguía siendo deformada por una capa de nubes que simplemente hacían todo más confuso.

Tenía calor, pero hacía frío.

- ¿Qué carajos me está pasando? - se preguntó tratando de hacer llegar un poco de saliva a su garganta. El intento fue vano.

La opresión del pecho se hacía más contundente a medida que veía e identificaba cada una de las figuras aisladas, un reflejo absurdo de su propia imagen. Deseo poder abrazar el cuerpo cálido que tanto tiempo había deseado y sus brazos simplemente le regresaron el frío ambiente del desordenado cuarto en el que estaba.

Buscó ponerle rostro a ese cuerpo, pensando que con eso podría exorcizar el cuarto, el pequeño departamento, el aislamiento. No pudo.

Buscó en su recuerdo otro rostro, una sonrisa, una mueca o cualquier otro rasgo que le permitiera recordar y (por lo tanto) revivir mejores momentos. No pudo.

Con los ojos llenos de lágrimas secas y la desesperación brillando en sus dilatadas pupilas se esforzó en llegar a esa imagen que al fondo de su cerebro empezaba a materializarse. ¡Era un rostro!Era su propio rostro. Ese que tantas veces ocupó el primer plano del espejo que, de fondo, reflejaba el cuerpo que había oprimido su pecho y al cual ahora, no podía ponerle rostro.

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