
Miraba a todos lados, con movimientos rápidos, caóticos para el ojo poco entrenado.
Brincaba de un lugar al otro, era difícil seguirlo con la mirada, había que buscarlo...
De un momento a otro se quedó quieto, no pudo mover más sus alas y cayó suavemente al piso. No perdió su encanto. Sus rápidos movimientos se habían quedado grabados en la fresca mente del niño que lo veía, sorprendido.
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