martes, 5 de mayo de 2009

La influencia de la Influenza

Los últimos días, que contradictoriamente son los primeros de mayo de 2009 tendrán en la memoria del mexicano promedio una enorme carga de leyendas, mitos, mentiras, realidades, rumores, noticias, bromas, miedos, lágrimas... Mucho más que cualquier otro día.

"Influenza porcina", "influencia porcina (gracias "ticher" lópez dóriga)", "influenza humana", "virus H1N1", "influenza por AH1N1", fueron algunos de los nombres que se repetían en todas las personas, en cada grupo de conversación, en cada noticiario, en cada transporte.

Cubrebocas/tapabocas, guantes de latex, guantes de plástico, toallas desechables, gel antibacterial a base de alcohol (¡momento! ¿qué no nos enfrentábamos a un virus?), toser o estornudar en el hueco del codo, lavarse las manos continuamente, fueron algunas de las acciones que vimos repetidamente y que, en lo personal, me divertían mucho, tanto las pláticas como las acciones.

Los primeros días de mayo todo en la ciudad de México estuvo cerrado. ¡TODO! no pudimos reunirnos en ningún café o restaurante, no pudimos ir al cine, teatro, concierto; no pudimos ir a gimnasios ni clubes deportivos, no pudimos ir a bares o antros, se cancelaron todos los espectáculos, cerraron todos los museos, todas las exposiciones, todos los círculos de lectura.

El ruido cotidiano de pisadas, risas, llantos, carriolas, vendedoras, cosas que caen, "carretas" con TV de paga, tiendas de música, promotores, helados, estornudos, gritos, walkie talkies, motores, patines, seagates, monedas, registradoras y, en general, todo lo que incluye un centro comercial, fue disminuido casi hasta su mínima expresión, seguía habiendo movimiento, pero todo era lento.

La gente nos miraba de manera extraña, en verdad que toser o estornudar generaba miradas desconfiadas y hasta malpedo al pobre wey que lo hacía. Los "caratapada" veían con desconfianza a los que desafiábamos el pandemonium de manera estoica y sin ponernos nada.

La ciudad de México se paralizó, entró en una especie de letargo, en un impasse jodido que no nos ayudó a nada. La desesperación volaba con su particular calma sobre todos los citadinos y no nos dejaba ver claras las posibilidades. Incluso la gente que sale poco de sus casas, se sintió atrapada, encarcelada en sus espacios.

La inercia actual será un poco difícil de revertir, pero la única realidad es que ¡no tenemos de otra! ¡Hay que corretear la chuleta a toda velocidad!

Dejemos de lado los mensajes triunfalistas de que nos unimos y que juntos lo lograremos y demás. ¡Son una mamada! Demostramos, una vez más que, como raza (humanos) sólo el miedo nos hace cambiar un poco la manera de interactuar. ¿En cuánto tiempo se les olvidará a las personas a taparse el hocico cuando estornuden? ¿en cuánto tiempo lavarse las manos se restringirá a "cuando las siento sucias"? ¿en cuánto tiempo no recordaremos bien a nuestro némesis reciente el AH1N1?

2 comentarios:

gabyx_kiddo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
gabyx_kiddo dijo...

Creo que tocaste un tema clave: el miedo. Este, como todos los virus naturalmente, es algo que desafortunadamente no podemos ver, no podemos comprobar, como zombies en las calles, como puercos infectados. Se encargaron de crear pánico en la gente, ya que, al ser algo que no puedes comprobar, porque hasta la fecha no conozco a alguien que a su vez conozca a alguien que haya conocido a alguien con el virus, solo puedes confiar en lo que gente como el Secretario de Salud te diga o nuestro mismísimo Presidente. Crean un miedo sutil, pero finalmente miedo. Y no lo palpas, pero "sabes" que está ahí. Y como dices, en un mes ¿quién se tapará la boca al estornudar? ¿quién se lavará las manos más de dos veces al día?